Más allá del género en tanto función reguladora del sujeto,
nos permitimos este juego o efecto de discurso como restos de cartas o memorias.
O tan sólo naufragios, postales de la desposesión en medio de los nuevos
discursos que auguran el retorno del amor.
Dejar a una mujer
Dejar a una mujer es dejar los espacios donde se permitió
ser niña. Es apartar los labios de la dormida a revivir. Es destejer
los bor(dados) de sus fantasías. Es saberla perdida desde siempre. Apagar los ojos o la
mirada de quién la supo. Como quien la devuelve a su (en)sueño, a toda su nada
enamorada.. Es (re)crear el espacio de sus siestas hacia donde tal vez llueva.
Dejar a un hombre
Dejar a un hombre es retornarlo al territorio de su
infancia. Es hacer sitio al (des)cobijo de un no lugar. (Des)dibujar los contornos de su nada. Es
retornarlo a las lecturas de las cartas que justifican un ayer. (Re)conducir el
lugar de sus silencios. Devolverlo a la épica vacua del encuentro con los
amigos. Apagar los ojos o la mirada de quién lo supo. Apartar una mujer como marca de su excepción.
Dejar es re encontrar.
Re aprender
Es volver en otro o no saber o andar perdido
(Des) dejar
1 comentario:
Entonces quisiera re-encontrar...hermoso Javier
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