Algo falló a la salida de Cafarnáum. Preguntaste
si aún llevaba los dones conmigo. «No
lo sé. Tengo los odres, el barro y las tinajas».
Dijiste que sólo el vacío de los cuencos era real. Me pediste un abrazo. No
porque todo se desmoronara. Sino a pesar de eso.
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