foto: pol neiman
MENSAJES
En el momento de redactar estas líneas un periódico publica una noticia, nada demasiado importante: en una biblioteca barrial encontraron una botella con un mensaje escrito en 1939 y dejado por la gente de entonces para los habitantes de fin de milenio. Estas personas cuentan la realidad de su época a través de unas pocas noticias recortadas de un diario de entonces: alguien inventó una máquina para hacer llover y comienzan a estallar en el mundo los horrores del nazismo. Cabe preguntarse ¿qué mensaje podríamos dejarle a los habitantes de mañana, si realmente hubiera un futuro? ¿Qué podríamos escribirles si en la perspectiva de la historia siempre somos ingenuos y el tiempo termina por afantasmarlo todo? ¿Qué podríamos decir si —en todos los casos— la realidad ha superado cualquier fantasía jamás concebida? Por aquí nada demasiado importante: termina el milenio y temen suicidios colectivos de sectas apocalípticas en Israel. Termina el milenio y el mundo estallará, o todo seguirá igual, no importa demasiado. Termina el milenio y un avión que no logra despegar cruza de pronto la avenida para arremeter contra tu canchita de fútbol justo cuando un escuadrón «especializado» fusila a los rehenes de tu cordura y los anfitriones del poder se reparten el champagne de una fiesta que nos excluye. Hablemos de cosas más importantes: unas calles más allá, en Constitución, hay una putita de cuerpo dolido y hermoso cogiendo bajo la llovizna de la tarde y un viejo perdió un zapato y un chico en algún lugar del mundo intenta meter todo el mar en un balde, en un arenero. Vamos a lo importante: el viento en las tardes de tibieza estremece los cuerpos de quienes conservan la voluntad de amar y un chico asalta una farmacia con una jeringa y desde estas páginas no podemos menos que sentirnos náufragos urbanos redescubriendo nuestro territorio (este espacio de todas las magias y pérdidas). ¿Qué significa el futuro cuando todas las cartas están sobre la mesa? Podemos hablar de un tipo que toca la flauta en la avenida Corrientes o de ucranianas con termos de café o de otra nenita llena de fantasías que vino al mundo para redimirnos desde una bailanta o una taberna. En el momento de redactar este texto, tengo anotada una frase de Paul Virilio: «la salvación nos llegara por la escritura y por el lenguaje. Si reestructuramos la lengua podremos resistir». Nada importante, sólo poner mensajes en botellas, escribir servilletas, atravesar el espacio con nuestras voces. Hablemos de cosas más importantes: unas calles más abajo hay una chica de cuerpo hermoso y dolido en un hotel, y un mendigo usa su muleta como una guitarra y un pibito intenta en un arenero meter todo el océano en un balde y un viejo pierde un zapato y el siglo agoniza y esta revista cumple dos años de vida. Para poder seguir respirando. Y esconder papelitos en una botella o cosas así.
© Javier Galarza
Buenos Aires, 1999, editorial del número diez de la revista Vestite y Andate.